“Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra.” 2 Timoteo 3:16-17
Si leemos detenidamente este pasaje de la segunda carta a Timoteo, podemos darnos cuenta de cuán importante es la Palabra. Los hijos de Dios creemos que la Palabra es inspirada por Dios, creemos en la autoridad e inerrancia de las escrituras y creemos que ella tiene el poder para transformar vidas y aumentar nuestra fe. Es importantísimo, entonces, que sepamos cómo llegó la Biblia, la Escritura, a nuestras manos.
Revisaremos cuáles son los principales eventos en torno a la historia de la Biblia: los 10 aspectos más importantes para conocer cómo nos llegó la Biblia, el canon del antiguo y nuevo testamento y, por último, qué son y la relevancia de los libros apócrifos.
DIEZ ASPECTOS IMPORTANTES
PARA CONOCER CÓMO NOS LLEGÓ LA BIBLIA:
1.
Como se mencionó en la introducción, la Biblia es inspirada por Dios, lo
puedes leer en 2 Timoteo 3:16-17 y en 2 Pedro 1:20-21.
2.
En la Biblia encontramos un total de 66 libros, distribuidos en 39 libros
en el Antiguo Testamento y 27 libros en el Nuevo Testamento. Los 66 libros
fueron escritos a lo largo de 1600 años, desde aproximadamente 1500 a.C. hasta
el 100 d.C.
3.
El Antiguo Testamento fue escrito principalmente en hebreo, y tiene algunos
segmentos en arameo, y el Nuevo Testamento fue escrito en griego.
4.
La Biblia se compone por un conjunto de libros, los que fueron compilados,
ordenados y reconocidos como autoridad inspirada por Dios por concilios de
rabinos y líderes eclesiásticos que siguieron pautas estrictas.
5.
Al inventarse la imprenta, en el siglo XV, la Biblia fue el primer libro en
imprimirse (Imprenta Gutenberg, 1455).
6.
Antes de este acontecimiento, la Biblia se copiaba a mano de forma muy
cuidadosa y por escribas especializados que desarrollaron sofisticados métodos
con los que contaban palabras y letras, con el fin de asegurarse de no cometer
errores.
7.
Existen numerosas evidencias de que la Biblia con la cual contamos en el
presente es notablemente fiel a los escritos originales. De las miles de copias
manuscritas de antes del 1500 d.C. todavía existen más de 5300 manuscritos
griegos del Nuevo Testamento. El texto de la Biblia está mejor preservado que
los escritos de César, Platón o Aristóteles.
8.
El descubrimiento de los Rollos del Mar Muerto confirmó la confiabilidad de
algunas copias del Antiguo Testamento que se realizaron a través de los años.
Aunque existen ciertas variaciones en la ortografía, ninguna variación afecta
doctrinas bíblicas básicas.
9.
A medida que la Biblia fue llevada a otros países, eruditos que deseaban
que otros conocieran la Palabra de Dios la tradujeron al idioma común. En la
actualidad hay casi 2000 grupos que no cuentan con la Biblia en su propio
idioma.
10.
Para el 200 d.C. la Biblia o porciones de ella se había traducido a 7
idiomas; para el 500, a 13 idiomas; para el 900 a 17 idiomas; para el 1400, a
28 idiomas; para el 1800, a 60 idiomas; para el 1900, a 500 idiomas; para el
1950, a 1000 idiomas; en la actualidad, a unos 2350 idiomas. Existe también en
braille, en la forma de 28 volúmenes. Es el libro con más impresiones y más
traducciones del mundo, de todos los tiempos.
EL CANON
Para que la Biblia llegara a lo que es hoy, como un libro que contiene 66
libros divididos entre el Antiguo y Nuevo testamento y a la vez con una
subdivisión interna en capítulos y versículos, pasó por complejos y cuidadosos
procedimientos que a continuación relataremos brevemente.
La palabra Biblia tiene su procedencia del griego “biblia” (libros), cuya
conjugación singular es “biblion”; “biblos” es una de las formas que toma la
palabra biblion, y significa cualquier clase de documento escrito,
originalmente significaba un documento escrito en papiro
El libro de la Biblia, técnicamente conocido como “códice” (ya que los
libros se codificaron sistemáticamente para formar la Biblia), se ideó y empleó
solo después de haber usado rollos durante siglos. Esta idea de formar un solo
libro con todos los libros nació alrededor del primer siglo d.C. La forma de
códice vino a brindar muchas ventajas, entre ellas la comodidad y economía, ya
que el papiro era escaso y caro. Esta fórmula no apareció en occidente sino
hasta el siglo XVIII.
El contenido de la Biblia, al que llamamos como Palabra de Dios, es el
relato de una historia que se extiende desde la creación del mundo hasta el fin
de los tiempos. La Biblia proclama los hechos portentosos de Dios, a través de
los cuales Dios se revela como Señor, Padre y Salvador, a fin de liberar a la
humanidad del pecado y de la muerte.
Esta historia comprende dos partes: en la primera de ellas, Dios forma un
pueblo que lo elige para sí con el fin de que este pueblo sea una nación santa
y ejerza una función sacerdotal a las naciones. La segunda parte está centrada
plenamente en Jesucristo, cuyo acontecimiento pascual constituye la revelación
definitiva de los designios de Dios.
Estas dos partes las conocemos como Antiguo Testamento y Nuevo Testamento.
La voz “testamento” significa “pacto” o también convenio, refiriéndose a los
pactos que Dios hace con su pueblo escogido para ser de ellos el Señor y Dios,
y la relación que Dios forma con aquellos que creen en el sacrificio de su hijo
Jesús, pasando éstos a ser el pueblo adquirido por Dios para que anuncien las
virtudes de aquel que los llamó (1 Pedro 2:9). En los relatos del Nuevo
Testamento, los autores hacen referencia a las “Escrituras”. Esta palabra era
empleada para referirse al Antiguo Testamento o a cualquier parte de él, por
tanto, la Biblia en aquellos tiempos se componía por el Antiguo Testamento, es
decir, no todos los cristianos tienen el mismo contenido en sus Escrituras, por
esa razón debemos entrar a hablar directamente del Canon de las Escrituras.
La palabra “Canon” procede también del griego “kanon” que significa “nivel”
o “regla” empleada por el escribano. Para entender mejor el sentido y alcance
de esta palabra, dentro del contexto el canon puede referirse a las reglas de
conducta o fe, a un catálogo o lista de lo que puede o no hacerse o creerse; en
términos más simples (y también en sentido figurado) se le llama canon a la
lista de libros de la Biblia
Como mencionábamos en los párrafos anteriores, los autores de los libros
del Nuevo Testamento en muchos pasajes hacen mención a las “Escrituras” (Marcos
12:10; Lucas 4:21), “Sagradas Escrituras” (2 Timoteo 3:15) o “la Escritura” (v.
16), y como ya adelantábamos, estos autores hacían referencia a un determinado
pasaje de lo que hoy conocemos como Antiguo Testamento, o al Antiguo Testamento
en su conjunto. Sin embargo, en la segunda epístola de Pedro (3:16) se llama “Escrituras”
a las epístolas de Pablo y probablemente a los evangelios, siendo éste un
antecedente de peso para que tanto el Antiguo Testamento como el Nuevo
testamento se empleen como Escrituras cristianas.
La mayoría de las citas y menciones que se hacen en el Nuevo Testamento de
las Escrituras, entonces, son de lo que se conoce como la Biblia hebrea, que
tradicionalmente contenía 24 libros divididos en: Ley Tora, Profetas y
Escrituras (libros poéticos e históricos). Luego, al principio de la historia cristiana,
los 27 libros del Nuevo Testamento aparecen unidos a las Escrituras hebreas,
conformándose la Biblia que hoy conocemos.
¿Cómo manejaba Cristo las Escrituras? Para Él, el Antiguo Testamento
predecía su advenimiento, es decir, su venida vino a consumar lo que estaba
escrito, es más, el cumplió cada aspecto de la ley y las escrituras,
llevándolas en su hombro y conducta para que hoy, por medio de Él, podamos
cumplir con las exigencias de la ley delante de Dios Padre.
Dado que el Antiguo testamento predecía la venida del salvador, y el Nuevo
Testamento relata la vida, muerte y resurrección del Mesías, podemos concluir
que ambos pactos hablan de una sola temática en total concordancia: EL
SALVADOR, Cristo Jesús.
Fijación del Canon del
Antiguo Testamento
Para comentar acerca de la fijación de la lista de los libros que hoy conforman
la Biblia en su conjunto, debemos también mencionar los libros Apócrifos.
Los apócrifos son aquellos libros o añadiduras a los libros de la Biblia,
que no se encuentran en el canon hebreo, pero sí en el canon alejandrino (o lo
que se conoce como la Septuaginta)
Como el nuevo testamento fue escrito en griego, también muchos de los
primeros cristianos aceptaban la Septuaginta y la utilizaban sistemáticamente
en educación, predicación y apologética. Por esa razón en el nuevo testamento
hay citas y alusiones a estos libros adicionales que sí estaban en el canon de
la Septuaginta. Cuando las discusiones teológicas entre los judíos y cristianos
demandaron un análisis exegético mucho más riguroso, la Septuaginta fue
relegada de los círculos judíos.
Una vez que finalizó el período del Nuevo Testamento, la iglesia continuó
utilizando la Septuaginta en sus reflexiones y debates teológicos, citando
también aquellos libros que no se encontraban en el canon hebreo (apócrifos),
especialmente los teólogos occidentales, ya que los orientales por su parte,
seguían el canon hebreo.
Posteriormente, la iglesia fue haciendo una serie de declaraciones en torno
al canon de las Escrituras, por intermedio de decretos promulgados en
Concilios. Fue en el Concilio de Trento donde se discutió abiertamente acerca
del canon de las Escrituras, en el año 1545, en el contexto de controversias
con grupos reformados en Europa. En aquel concilio se promulgó el decreto con
el decálogo de libros que formarían el cuerpo de las Escrituras de acuerdo con
la tradición de la Iglesia. Por otra parte, los reformados comenzaron a
rechazar los libros deuterocanónicos (o apócrifos) por las polémicas y serias
dudas que tenían con la iglesia católica.
Lutero, en su traducción de 1534, agrupó los libros deuterocanónicos con
una nota que indica que son libros “apócrifos”, y que, aunque su lectura es
útil y buena, no se igualan a la Sagrada Escritura. Es así como la iglesia
reformada no incluye estos libros en el canon de las Escrituras, ya que, bajo
los estándares utilizados para considerar los libros como sagradas escrituras,
se les deja fuera, concluyéndose que, si bien son útiles como añadiduras o
ayuda a la contextualización del relato, no son escritos por inspiración divina
ni tratan temas doctrinales fundamentales.
Los apócrifos son los siguientes: Libro de Enoc, Secretos de Enoc,
Ascensión de Isaías, Apocalipsis de Sofonías, Apocalipsis de Esdras, Testamento
de Adán, Apocalipsis de Baruc, Asunción de Moisés, Testamento de los Doce.
Probablemente no hay certeza de los autores de estos libros ni existe una
completa armonía con el resto de las escrituras, por lo que son útiles como
libros de consulta, pero al analizarlos no tienen la misma autoridad que el
resto de las Escrituras.
La traducción al castellano de Casiodoro de Reina de 1569 incluía los
libros deuterocanónicos, al igual que la posterior revisión de Cipriano de
Valera, publicada en 1602. Fue hasta la versión Reina-Valera de 1850 que por
primera vez se excluye del listado de libros a los apócrifos, luego de muchas
discusiones teológicas y administrativas, publicándose solo Biblias con el
canon hebreo.
Fijación del Canon del
Nuevo Testamento
Habiendo ya superado la fijación del canon del Antiguo Testamento, nos
queda preguntarnos cómo surgió el canon del Nuevo Testamento, ya que lo
anteriormente señalado solo se refiere a los libros veterotestamentarios. El
proceso de la fijación de este canon fue muy distinto e interesante, pero no exento
de dificultades.
En primer lugar, hay que señalar que los escritos del Nuevo Testamento (el
texto) son ocasionales, es decir, hubo una ocasión que provocó su formación.
Los textos no fueron escritos por deseos aislados de sus autores, que, si bien
las circunstancias que movieron a los autores del NT a escribir sus
pensamientos, exhortaciones, oraciones, etc. fueron diversas, todos ellos
señalaban un mismo fin. No era simplemente un deseo de escribir, es más, muchos
de ellos escribieron tan angustiosamente, que hubieran preferido no hacerlo (2
Corintios 2:4).
Sin duda esto también estaba presente en la biblia hebrea y, de alguna
manera, ella sirvió de modelo para los escritores neotestamentarios, solo que
agregaron su propia creatividad junto con detalles característicos de la época.
Sin embargo, en la producción literaria de los primeros cristianos, existía una
diferencia fundamental: cuando los autores neotestamentarios escribían, lo
hacían por la interpósita mano de un secretario, queriendo responder a la
situación específica que se les presentaba, por ejemplo, pleitos entre los
hermanos, inmoralidad en la congregación, falsas doctrinas que atentaban contra
la eficacia de la obra de Cristo, expresiones de gozo y de amor, necesidad de
aliento en la dificultad, etc. Estas respuestas venían en su mayoría de las
autoridades de la iglesia, en calidad de apóstoles, obispos, pastores,
dirigentes de la comunidad, quienes buscaban dirección de Dios. Cuando ellos
escribían ni se les pasaba por la mente que sus escritos llegarían a tener la
misma autoridad que las sagradas escrituras, tal como lo que se leía en las
sinagogas, por tanto, no existe indicio alguno de que los autores postulaban a
llenar tales expectativas. Pero, como procedían de autoridades, siendo así
testimonios de primera fuente, los grupos cristianos no solo guardaron los
textos, sino que, además, comenzaron a reproducir muchas copias para
distribuirlas. Poco a poco, los cristianos fueron reconociendo la inspiración
divina en la producción de los textos.
Hasta aquí nos hemos referido a aquellos libros del Nuevo Testamento que se
escribieron de corrido, ya que la situación se torna más compleja si nos
referimos a los evangelios, los cuales siguieron un camino diferente, ya que a
Jesús no le seguían estenógrafos quienes veían, escuchaban y escribían lo que
Jesús hacía y enseñaba.
La primera etapa de la transmisión del material de los cuatro evangelios
corresponde a lo que se conoce como la “tradición oral”, los apóstoles y
discípulos contaban lo que Jesús hacía y enseñaba a los nuevos hermanos de la
fe. Luego, comenzaron a hacerse colecciones escritas de los dichos de Jesús.
Cuando los autores de los evangelios que son parte del Nuevo Testamento
comenzaron a redactar sus escritos, echaron mano al material que tenían a su
disposición, sumando además material que buscaron por cuenta propia.
Por la naturaleza del cristianismo y su explosiva expansión, fueron muchos
los que se dedicaron a escribir hechos, epístolas y evangelios. Con tal
prontitud la iglesia comenzó a discriminar algunos, tarea para nada fácil.
Desde el primer siglo, los cristianos se enfrentaron a problemas por las
falsas doctrinas resultantes de la incomprensión del significado del evangelio,
luchas que quedaron registradas en muchos de los libros neotestamentarios. Con
el pasar del tiempo, inevitablemente estos problemas se agudizaron, y junto al
acelerado crecimiento del cristianismo, hizo imperiosa la necesidad de
establecer un canon.
Los escritos de los apóstoles y de otros seguidores de Jesús, desde el
comienzo gozaron de una excelente recepción y se convirtieron en autoridad para
los cristianos y posteriores escritores. Muy pronto los miembros de la
comunidad cristiana comenzaron a citar los tratados apostólicos como si fueran
parte de las escrituras cristianas.
Como conclusión podemos decir que el proceso de recepción y aceptación de
los textos como libros de autoridad fue un proceso único y natural dentro de
las comunidades cristianas. No fue resultado de una decisión consciente o
conciliar, como lo fue la determinación del canon veterotestamentario. En segundo lugar, los demás escritores
cristianos y teólogos utilizaron y citaron los escritos con frecuencia para
compartir la enseñanza con sus lectores.
Así se fue reuniendo un conjunto de libros que gozaban de privilegio y
aceptación. Esta aceptación no fue igual en todas las comunidades, por esa
razón no existía una única e idéntica lista de libros canónicos.
A partir del siglo IV se comienzan a tomar decisiones conciliares para
determinar la composición del canon neotestamentario, decisiones que confirman
la tendencia que se manifestada en siglos precedentes y que poco a poco va
consiguiéndose un consenso orientado a cerrar el canon de los 27 libros.
Los 27 libros que hoy vemos en nuestras biblias son los que la iglesia
cristiana en su mayoría aceptó y acepta.
De esta forma confirmamos la conclusión de que la aceptación definitiva del
Nuevo Testamento no se debió a decisiones concretas de concilios, sino al
reconocimiento y ratificación natural de las comunidades cristianas.
DIVISIÓN DE CAPÍTULOS Y
VERSÍCULOS
Los capítulos
No fue sino hasta 1250 d.C. que se dividió la Biblia en capítulos, para
comodidad de orientación y ubicación de los textos, aunque esta división no fue
esencialmente acertada.
Los versículos
En la antigüedad, los hebreos ya habían elaborado un intento de división
por versículos, pero la que hoy conocemos fue realizada en 1551, división que
solo afectó al Nuevo Testamento. La primera Biblia en ser completamente
dividida fue la Biblia de Ginebra, en 1560.
Damos eternas gracias a Dios por la inspiración divina que influyó en
hombres de fe para que hoy tuviéramos Su Palabra en nuestras manos y gozáramos
de la revelación divina que nos dirige y transforma cada día. Por medio de ella
Dios se ha revelado a nuestras vidas para que conozcamos la excelencia de Su
carácter y la perfecta obra de nuestro redentor, Cristo Jesús.
¡Oh, cuánto amo
yo tu ley! Todo el día es ella mi meditación. Me has hecho más sabio que mis
enemigos con tus mandamientos, Porque siempre están conmigo. Más que todos mis
enseñadores he entendido, Porque tus testimonios son mi meditación. Más que los
viejos he entendido, Porque he guardado tus mandamientos; De todo mal camino
contuve mis pies, Para guardar tu palabra. No me aparté de tus juicios, Porque
tú me enseñaste. ¡Cuán dulces son a mi paladar tus palabras! Más que la miel a
mi boca. De tus mandamientos he adquirido inteligencia; Por tanto, he aborrecido
todo camino de mentira. Lámpara es a mis pies tu palabra, Y lumbrera a mi
camino.” Salmo 119:97-105
Demaray, D. E. (2001). Introducción a La Biblia
(Vol. Tercera edición revisada). Miami, Florida, Estados Unidos: Logoi.
Levoratti, A. (s.f.).
La Biblia. En Descubre la Biblia, manual de Ciencias Bíblicas.
Pagan, S. (s.f.). El
Canon del Antiguo Testamento. En Descubre la Biblia.
Bonilla Acosta, P. (s.f.).
El Canon del Nuevo Testamento. En Descubre la Biblia.