sábado, 12 de septiembre de 2020
¿ES EL EVANGELIO UN ASUNTO DE JUSTICIA SOCIAL?
“He llegado a sentir firmemente que el mayor servicio que todavía puedo prestar a mis semejantes sería que podría hacer que los oradores y escritores entre ellos, se avergonzaran completamente de volver a emplear el término justicia social”. (Frederick Hayek, premio nobel)
“Sigues usando esa palabra. No creo que signifique lo que crees que significa” (Diego Montoya, en relación al término justicia social)
El mayor problema con la terminología y el concepto “justicia social”, es que no significa lo que creemos que significa y a menudo cuando nos encontramos a personas que han abordado este tema, utilizando la terminología lo hacen en base a sus intenciones y no teniendo la perspectiva ni la comprensión más amplia, debido a que, por una parte, no es justa y, en segundo término, es ingenua.
Entonces ¿Cómo definimos en términos sencillos la expresión justicia social? Y con esta pregunta, no estamos reduciendo el concepto en términos semánticos, lo cual sería inoficioso desde el punto de vista práctico y necesitamos mirar el tema desde la óptica bíblica apropiada.
¿Es la justicia social un asunto del evangelio? Al respecto, Kevin De Young escribe en un artículo que la justicia social es un término nebuloso, inexpugnable para algunos, sospechoso para otros. Antes de responder, De Young concluye que, si esto es lo que se define justicia social, entonces ese no es un asunto del Evangelio, pero si esto otro es lo que significa, sí estamos de acuerdo que es un asunto del Evangelio. El único problema, es que la justicia social significa lo que De Young postula en su primer argumento, es decir, un término nebuloso, inexpugnable y sospechoso. Por lo tanto, la justicia social no es un asunto del evangelio.
Por otra parte, William Young ofrece un término más amorfo: “Justicia social ha evolucionado en general, significando redistribución estatal de los privilegios y recursos para grupos desfavorecidos para satisfacer sus derechos a igualdad social y económica”. Tome nota por favor de estas palabras: privilegios, recursos y grupos. Son palabras muy importantes para satisfacer sus derechos de igualdad social y económica.
Aquí presentamos la primera razón por la cual este asunto se vuelve problemático: Dios demanda justicia. La justicia no es opcional para el cristiano, la injusticia es un pecado. Por lo tanto, si la justicia social es verdadera, entonces estar en desacuerdo no puede ser permitido. Esto es problemático, porque en cualquier asunto de “justicia social”, hay personas argumentando en un lado por justicia social que digan que lo injusto es “A”, mientras que, por otro lado, hay personas argumentando por justicia social que dicen que la injusticia es “B”. En conclusión, las dos opciones no pueden ser correctas, excepto en el mundo de la justicia social, porque su movimiento no es acerca de justicia.
En relación a la misión u objetivo de la justicia social, esta se lleva a cabo en etapas, identificando en primer lugar a grupos desfavorecidos. La justicia social no es acerca de individuos, es acerca de grupos. El asunto no es de individuos teniendo éxito, sino de grupos. Hablamos de grupos y no minorías, porque a menudo hablamos de minorías desfavorecidas, pero ese no es el caso. Necesitamos sólo un ejemplo para probar que hablamos de grupos: las mujeres son más del 50% de la población a nivel mundial y ellas son mayoría. Sin embargo, ellas son consideradas como una minoría desfavorecida en nombre de la justicia social. Y eso es justamente lo que se hace en política, no importa si un candidato va liderando las encuestas, lo que interesa en la actualidad si ese candidato representa a un grupo “X”, porque la identidad política ahora tiene como base “qué puede hacer este candidato por el grupo”, y no necesariamente representa a quienes somos tú y yo o qué es lo que tú y yo creemos, sino, qué hará por nuestro grupo.
En segundo lugar, evaluando los resultados del grupo. Como esto no tiene que ver con individuos, es necesario evaluar el resultado del grupo. En tercer lugar y en relación al segundo, asignar culpa por los resultados dispares. Si este grupo tiene un resultado negativo en un área particular, entonces hay que encontrar a quienes culpar por esos resultados. Si este grupo no está haciendo bien las cosas en el área académica, económica o política, entonces ellos necesitan culpar a alguien para lograr una redistribución del poder y los recursos para reparar esas quejas o agravios. Y esa respuesta que tiene que ser de acuerdo a la justicia social.
John Rawls en su libro “Teoría de la justicia” escribe: “dado que el principio para un individuo es avanzar lo más posible en su propio bienestar, el principio para la sociedad es avanzar lo más posible en el bienestar del grupo. La justicia social es el principio de la prudencia racional aplicada a una concepción que suma al bienestar del grupo.” Otro autor señala: “Como lo veo, la justicia social requiere recursos igualitarios, justicia y respeto por la diversidad. Por decirlo así: la erradicación de la existencia de formas de opresión social”. Esto implica una redistribución de los recursos de aquellos que injustamente los han obtenido, dando por sentado que, todos los que tienen estos recursos, los obtuvieron injustamente, a menos que ellos sean miembros de un grupo minoritario desfavorecido. A modo de ejemplo, si usted es una persona blanca que ha adquirido riquezas eso es injusto, pero si es negra no lo es. Otro ejemplo es, personas de color negro dominando en los juegos olímpicos es justicia, pero si es una persona de color blanco, es injusto. Por lo tanto, la idea aquí es que, si la disparidad se acumula en beneficio de un grupo que es identificado como una minoría oprimida, entonces la disparidad no es vista.
La justicia social, según el concepto de sus defensores, implica la redistribución los recursos de aquellos que injustamente los han obtenido, a aquellos que justamente lo merecen, creando y asegurando el proceso de verdadera participación democrática en la toma de decisiones. Parece claro que sólo una redistribución decisiva de los recursos y poder de la toma de decisiones puede asegurar justicia social y auténtica democracia. Redistribución de recursos y poder, redistribución de recursos de aquellos que los han ganado injustamente y distribuirlo a aquellos que lo merecen.
Lo interesante de todo esto, es que estamos hablando de grupos, no estamos diciendo que alguien fue injusto. Tu podrías haber trabajado duro y podrías haber venido de la nada, te levantaste del polvo y con tus propias manos, trabajaste desde la parte mas oscura del pozo hasta llegar a la parte más alta de la torre. Pero si tú eres un hombre que sale adelante por sí mismo, la determinación de si lo has hecho justa o injustamente, no tiene que ver cómo llegaste ahí, sino con el grupo al que perteneces. Tú puedes ser una persona blanca que ha venido de un lugar de extrema pobreza, pero si te levantas y surges, eso no importa, pues eso significa que eres un privilegiado y sea lo que tengas, no lo mereces, porque la justicia social lo define en función de grupos y no de individuos.
En este país, el estado entrega a grupos étnicos una cantidad extraordinaria de terrenos para que las comunidades indígenas las trabajen y puedan acabar con la pobreza. No obstante, son los privilegiados ilegítimos los que deben soportar la quema de sus maquinarias, camiones y propiedades porque todo ello ha sido ganado injustamente porque supuestamente, son un grupo de privilegiados ilegítimos.
En EE.UU., existe un grupo llamado “los fieles de América” (Faithful América). En su sitio web ellos se identifican como la mas grande comunidad online de cristianos poniendo la fe en práctica por la justicia social. Ellos saben que están usando este concepto que el diccionario de Oxford de la lengua inglesa define como justicia distributiva, considerando que, además, hay un completo acuerdo en el mundo académico, en el mundo político y en la sociedad en general respecto al uso del término justicia social. Esta organización “cristiana”, en su sitio web destaca entre sus logros: presionar al canal MSNBC para abandonar el consejo de investigación familiar; ayudaron a un grupo de estudiantes universitarios para ganar una causa judicial para un director despedido (el director era un hombre declarado abiertamente gay acusado de abuso), Ellos fueron a la guerra por esta causa y ganaron la “justicia” para este individuo; defendieron a un pastor “injustamente” derrocado. ¿Quién es este pastor injustamente derrocado? Es un pastor metodista que, actuando en contra de los estatutos de su denominación, ofició una boda homosexual para su hijo y los amigos de su hijo. Según esta organización, era injusto que este pastor fuera despedido. Debemos recordar que, según el concepto de este movimiento, injusticia es igual a pecado, por lo tanto, para Faithful América, organización pseudo cristiana, es un pecado no oficiar bodas del mismo sexo.
Si pensamos que esto no tiene ningún sentido, entonces no entendemos el movimiento de justicia social. Debemos entender que ellos operan bajo tres importantes pilares. El primero, es igualdad minoritaria, el segundo es feminismo y derechos de la mujer, y el tercero es el movimiento LGBTQA+.
Igualdad minoritaria es la idea que el éxito y la riqueza son un resultado de privilegios ilegítimos, a menos que el éxito y la riqueza hayan sido acumuladas por alguien que no pertenece a la clase ilegítimamente privilegiada. En cuanto al feminismo y los derechos de las mujeres, este movimiento no se sostiene en la igualdad de la dignidad humana ni las mismas garantías y derechos de hombres y mujeres ante la ley, sino en un feminismo influido por el marxismo, que en síntesis concibe a la mujer contra el hombre siguiendo el modelo de la lucha de clases. Según el feminismo ideológico, vivimos en una sociedad de estructura patriarcal donde el hombre ha sometido a la mujer bajo un sistema capitalista. La mujer recordemos, es el grupo mayoritario en el mundo, pero, la justicia social lo concibe como una minoría desprotegida que ha sido abusada por un grupo de privilegiados ilegítimos que ostentan poder y recursos. Y finalmente, encontramos al movimiento LGBTQA+ (Lesbianas, gays, bisexuales, transgéneros, queer o raros, aliados y otros), quienes bajo una campaña propagandística que se inició en los años 90’, en primer lugar buscaba desensibilizar a la población heterosexual, buscando naturalizar conductas homosexuales y lésbicas como si fuera algo normal. En segundo lugar, interviene la sociedad buscando promover los derechos de la comunidad, tales como matrimonio entre personas del mismo sexo o la penalización de conductas “intolerantes” hacia la minoría, por ejemplo, tratar a una persona homosexual como sodomita. Sodomita es la palabra que utiliza la Biblia para referirse a hombres que se echan con hombres (1 Cor. 9.6). Entonces, una vez que tenemos una sociedad desensibilizada e interferida, finalmente puede ser convertida, es decir, cuando las personas se vuelven aliadas del movimiento. ¿Cómo puedes hacer que las personas se vuelvan aliadas de la comunidad LGBTQA+? Identificando a la gente gay como minorías perjudicadas y desfavorecidas, quienes se suben al carro de los movimientos civiles o justicia social. Entonces la idea de ser anti gay, es equivalente a ser injusto socialmente hablando.
Hay otros asuntos que se suman a los ya tratados como, por ejemplo, el ambientalismo y cambio climático es un asunto de justicia social, porque afecta a las minorías. Me imagino que a los grupos que ilegítimamente tienen riquezas y poder no les afecta, entonces tenemos que hacer una redistribución de sus recursos para que el cambio climático no afecte a los grupos minoritarios.
Otros factores que se alzan como bandera de lucha para los defensores de la justicia social es la inmigración, la cobertura médica universal, derechos de los animales, veganismo y vegetarianismo, y por supuesto el acceso al aborto libre y seguro. ¿Qué hay del aborto? El aborto, según los sitios feministas es un asunto de derechos humanos y de justicia social. Qué ironía más grande, mientras el aborto está siendo tratado absolutamente como un tema de justicia social, ¡el asesinato de un no nacido se convierte en un asunto de justicia! Irónicamente, el asesinato del no nacido desproporcionadamente afecta al no nacido, quien probablemente sería semejante a uno de nosotros si no se le hubiera quitado la vida. Pero en el movimiento de justicia social, es el “acceso al aborto” el asunto de importancia para el movimiento.
Entonces para concluir, ¿es la justicia social un asunto del evangelio? Definitivamente no. Debemos alejarnos de la terminología que el mundo habitualmente utiliza porque es ambigua, nebulosa, oscura y diabólica. Tenemos que definirla en un término en que el diccionario de Oxford de la lengua inglesa no la define, tenemos que definirla en términos diferentes a las escuelas de sociología de las universidades más renombradas y famosas del mundo, porque la forma actual de definición del concepto para decir que es un asunto del Evangelio no se parece en nada a la manera en que la cultura lo define. En segundo lugar, es una terminología tóxica. Cuando vemos alguno de estos grupos identificándose con esta terminología es tóxico, no representa al glorioso Evangelio de Jesucristo. En tercer lugar ¿Es necesario para nosotros utilizar la terminología de la justicia social para comunicar nuestro mensaje? La respuesta es no. El mensaje del evangelio no se define por los estándares de la sociedad posmoderna o de la cultura actual, por lo que no es necesario ajustar nuestra terminología para comunicar el evangelio. Finalmente, la terminología tiene un efecto intimidatorio ya que asume que la conclusión de mi posición es la más elevada, sin necesidad de entrar en debate, simplemente por el hecho de ser un asunto de “justicia social”. Debido a que Dios demanda justicia, en el minuto que tú dices que algo es un asunto de justicia social, estás diciendo que, si no estoy del lado de aquello que estás argumentando, entonces es pecado, porque yo avalo la injusticia, y desde el punto de vista bíblico la injusticia es pecado. Si hacemos el esfuerzo de utilizar la terminología, desafortunadamente estamos tratando de satisfacer a las mismas personas de quienes proviene la terminología y no es una lucha que vale la pena pelear.
Finalmente, cada creyente debe entender y reconocer que el principal problema del hombre no es de justicia social, no es un problema originado ser parte de una minoría desfavorecida, no es un problema político, económico o sentimental. Es un problema judicial. La ira de Dios está contra el hombre pecador y Dios demanda que el hombre se arrepienta y crea en el Señor Jesucristo como Señor y salvador. Cuando una persona pone su confianza en Cristo para salvación, el único lugar en la tierra donde las barreras ideológicas, étnicas y sociales se rompen es en la iglesia y no con el mensaje fallido de la justicia social, sino con el glorioso Evangelio de Jesucristo. El apóstol Pablo dice que ya no somos extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de los cielos (Ef. 2.19), Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús (Gal. 3.28), y miembros de la familia de Dios (Ef. 2.22)
domingo, 19 de julio de 2020
La sustitución (parte 2)
En esta ocasión, nuevamente tomaremos una porción del antiguo testamento para hablar del concepto de "sustitución penal”. Para ello, iremos a un pasaje clásico escrito hace 2700 años aproximadamente, ubicado en el capítulo 53 del profeta Isaías:
“Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió
nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y
abatido. Mas él herido fue por nuestras
rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre
él, y por su llaga fuimos nosotros curados. Todos nosotros nos descarriamos
como ovejas, cada cual se apartó por su camino; más Jehová cargó en él el
pecado de todos nosotros.” (Is. 53. 4-6)
Este pasaje conocido por describir los sufrimientos del
siervo de Jehová, no malgasta palabras para describir el horror de ser objeto
de la ira divina a causa del pecado y está lejos de mostrar un aspecto
romántico y sentimental de los sufrimientos
del Siervo de Jehová. Isaías, utiliza un lenguaje con una clara connotación
judicial. La línea de pensamiento del profeta señala que la sustitución penal
de Cristo identificado aquí como el “Siervo de Jehová” es una verdad incuestionable
e irrefutable. La palabra ciertamente, es utilizada para dar el énfasis correspondiente
al hecho que el siervo sustituto “llevó nuestras enfermedades y sufrió nuestros
dolores”.
Se han propuesto varias ideas en cuanto a la interpretación
de este texto, especialmente en lo concerniente a la esperanza de sanidad por
medio del sufrimiento de Cristo. No obstante, la idea más clara pareciera ser
que a causa de la encarnación del Salvador, Él mismo fue sometido por la necesidad
de redención a las limitaciones y debilidades propias de la naturaleza humana. El escritor
de Hebreos nos dice que “Cristo también estuvo sometido a las mismas
pruebas que nosotros; sólo que él jamás pecó. (Heb. 4.15, DHH) En
este sentido, las escrituras clarifican que Cristo no solamente ocupó nuestro
lugar en el patíbulo, sino que, como una vez más, nos clarifica el autor de Hebreos,
que “era necesario que en todo fuera semejante a sus hermanos, pues sólo
así podía ser un sumo sacerdote fiel y misericordioso al servicio de Dios”
(Heb. 2.4 NBV); en otras palabras, el sustituto debía vivir una vida con las indisposiciones
corporales propias de la naturaleza humana, como enfermedades, sueño y
cansancio entre otras cosas, pero absolutamente impecable para efectuar la redención
de la raza caída e interceder por su pueblo escogido. El apóstol Pablo detalla a
fondo la humillación del Salvador: “el cual, siendo en forma de Dios, no
estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí
mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la
condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la
muerte, y muerte de cruz”. (Fil. 2.6-8) El profeta nos dice que a causa
de su humillación y de su condición semejante a la nuestra, “la gente lo
despreció y hasta sus amigos lo abandonaron; era un hombre lleno de dolores y
conocedor del sufrimiento. Y como alguien a quien otros evitan, lo despreciamos
y no pensamos que fuera alguien importante”. (Is. 53.4 PDT) Para los
judíos era totalmente ridículo pensar que el Mesías proemtido que salvaría a Israel y
levantaría el tabernáculo caído de David, viniera en debilidad. Las escrituras dicen que ni aún sus hermanos creían en él.
Para la audiencia original, queda claro que el
clímax de los sufrimientos del Siervo de Jehová, habrían ocurrido en última
instancia, debido a sus propios pecados (aunque nunca pecó) y que, por consiguiente,
estaba recibiendo el castigo merecido de parte de Dios. Su miopía
no les permitió vislumbrar la gloria del Ungido de Jehová, quien se ofreció voluntariamente
para sustituir al pueblo de su heredad, sino que por el contrario, acusaron al Mesías
de blasfemia, acusaron al Señor del sábado de quebrantar el día de reposo y,
acusaron a quien es Dios por sobre todas las cosas (Rom.9.5) de hacerse uno con
Dios. Isaías dice que por estos motivos, Nosotros lo tuvimos por azotado,
como herido por Dios y afligido (Is. 53.4 b. El apóstol Pedro dice
claramente en el libro de hechos que los judíos repudiaron “al Santo y Justo, y
[pidieron] que se os diera un asesino” (Hech. 3.14).
En este punto, la profecía de Isaías nos muestra un
cambio radical en quienes juzgaron de una forma tan equivocada al autor de la salvación:
“Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados;
el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados”.
(Is 53. 5). El lenguaje empleado indica una sustitución de carácter judicial.
¿Cómo sabemos esto? La palabra rebelión (pesha) significa crimen y tiene
un énfasis en lo que respecta a la sublevación y anarquía, y que básicamente es el origen del pecado en un mundo que no reconoce la autoridad y soberanía indisputable de nuestro Dios. La palabra pecado
usada aquí tiene una connotación judicial que alude a una sentencia o que lleva
consigo una sentencia judicial. El autor señala claramente “por quienes” o “en
lugar de quienes” fue efectuada la sustitución y esto debe estremecernos: “por
nuestras rebeliones, por nuestros pecados, nuestra paz, fuimos nosotros curados”,
nos indica que el Siervo fue castigado recibiendo la sentencia que nosotros
merecíamos. ¿Cuál es la razón por la que el Siervo carga con los pecados de sus
escogidos? Las escrituras nos dan varias razones, pero permítanme darle sólo una
respuesta y que ha caído casi en el olvido de la mente de los evangélicos de hoy:
“Más Jehová [el Padre] cargó en él [Cristo] el pecado de todos nosotros” (V.
6), y más adelante: “con todo eso, Jehová quiso quebrantarlo sujetándole
a padecimiento” (V.10).
Este es el centro del asunto. La sustitución está
inseparablemente ligada a la satisfacción. Para ser un sustituto perfecto, el
que sustituía debía satisfacer íntegramente al Padre. Se requería del sustituto
que cumpliera cabalmente las demandas de la ley para propiciar a Dios y aplacar
la ira que estaba sobre todos los pecadores y que justamente merecemos. Se requería
una vida humana perfecta, una ofrenda perfecta, un sacrificio perfecto. Se
requería del que efectuaba la sustitución tener vida en sí mismo (Por eso debía
ser Dios mismo) para resucitar con poder y gloria y de esta manera, satisfacer
al Padre y sellar la justificación de los pecadores.
La expresión más gloriosa vertida en la agonía de
la cruz es “tetelestai” o “consumado es”, todo está
hecho, es el grito final de victoria por parte de nuestrom Señor. La obra vicaria de Cristo estaba
terminada completamente, pero en el análisis final de este asunto, es el Padre
quien entrega a su Hijo para sufrir el castigo que no le correspondía, pero que
era necesario para vindicar su honor. Pablo, magistralmente hace eco de esta
idea y dice “Al que no conoció pecado (Cristo), por nosotros (Dios)
lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él”.
(2 Cor. 5.21) Dios lo trató como un pecador, para que nosotros recibiéramos su
justicia. El apóstol Juan dice: En esto consiste el amor, no en que nosotros
hayamos amado a Dios, sino en que Él nos amó primero y nos dio a su Hijo en propiciación
(un sacrificio cruento y sangriento para satisfacer su justicia y remover su
ira) por nuestros pecados. Era necesario que el Hijo tomara nuestro lugar y
fuera tratado como el más vil de los pecadores por su propio Padre, para lograr
nuestra justificación.
sábado, 23 de mayo de 2020
LA SUSTITUCIÓN (Parte 1)
El Diccionario General de la Lengua
Española define la palabra “sustituir” como la acción de “ocupar [una persona o
una cosa] el lugar o puesto de otra.
Ahora bien, hablando en términos
bíblicos, la sustitución está claramente definida en las escrituras de la
siguiente forma: “Porque el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para
servir, y para dar su vida en rescate por muchos” (Mr. 10.45).
La sustitución no es un concepto ajeno en
las escrituras, así como tampoco, es un término exclusivamente
neotestamentario. En el libro de Éxodo,
Moisés escribe: Es la víctima de la pascua de Jehová, el cual pasó por
encima de las casas de los hijos de Israel en Egipto, cuando hirió a los
egipcios, y libró nuestras casas. Entonces el pueblo se inclinó y adoró. (Ex.
12.27). También, en el libro de Levítico leemos lo siguiente: “Habla
a los hijos de Israel y diles: Cuando alguna persona pecare por yerro en alguno
de los mandamientos de Jehová sobre cosas que no se han de hacer, e hiciere
alguna de ellas; si el sacerdote ungido pecare según el pecado del pueblo,
ofrecerá a Jehová, por su pecado que habrá cometido, un becerro sin defecto
para expiación. (Lev. 4:2-3).
Hasta aquí, hemos visto tanto en el
antiguo como en el nuevo testamento, que la sustitución es la imagen de una víctima
inocente ocupando el lugar de persona, con el propósito de sufrir su castigo y
librarlo del mismo. Una acción de esta
magnitud, no sólo es loable, sino altruista. El problema más grande de toda la
escritura es este: ¿Cómo Dios en su santa justicia puede otorgar misericordia a
pecadores que merecen juicio? La respuesta es a través de un sustituto, un
sustituto que reciba el castigo por los pecados de un transgresor, mientras que
el transgresor recibe el perdón de sus pecados.
La práctica neotestamentaria respecto de
la víctima sustitutoria, se encuentra desde la caída del hombre, cuando Dios le
muestra Adán que la paga del pecado es la muerte, realizando el primer
sacrificio de una víctima inocente para fabricar vestidos que cubrieran la
desnudez de Adán y Eva con pieles de animales. Desde ahí, Dios mostró la
necesidad de un sustituto y para ello estableció un sistema sacrificial bajo el
antiguo pacto, que anticipaba el sacrificio de Cristo.
¿Qué propósito tenían los sacrificios
bajo el antiguo pacto? Una respuesta rápida a la pregunta, sería mostrar la
gravedad del pecado y la necesidad que los mismos fueran expiados o cubiertos
por medio de la sangre del sacrificio derramada. Para ello, Dios estableció un
sistema complejo de ofrendas diarias, semanales, mensuales, anuales y
ocasionales las cuales se encuentran detalladas en los primeros cinco capítulos
del libro de Levítico, las que, mediante un ritual explícito en el que la
persona que ofrecía el sacrificio, ponía sus manos sobre la víctima simbolizando
la transferencia de los pecados y luego procedía a sacrificar el becerro, dando
a entender que la víctima ocupaba su lugar. Posteriormente, el sacerdote
rociaba el altar con la sangre de la víctima sustituta para “expiar” o cubrir
el pecado del transgresor, porque “sin derramamiento de sangre, no se hace
remisión de pecados”. (Heb. 9.22)
En este sentido, es necesario recordar
que “la vida de la carne está en la sangre, y yo (Dios) os la he dado
para hacer expiación sobre el altar por nuestras almas, y la misma sangre hará
expiación de la persona” (Lev. 17.11), dando a entender que el énfasis
no está en la sangre que corre por las venas, sino el símbolo de la vida
terminada por la sangre que es derramada, que simboliza una muerte violenta.
Por otra parte, el texto nos recuerda que la sangre hace expiación, entendiendo
que la expiación trae vida por medio de la sangre derramada, señalando
de forma explícita que una vida debe morir, y una víctima sustituta toma su
lugar para ser sacrificada.
Ahora bien, el texto deja en claro que “Dios
ha dado la sangre para hacer expiación en el altar por nuestras almas”, por
lo tanto, el énfasis del texto no sólo está en la sangre derramada sino
también, en quién proporciona la sangre para expiación, quedando absolutamente
claro que los sacrificios no son un recurso provisto por el hombre, sino un
medio de expiación dado por Dios mismo.
Continuando en el A.T., el relato de éxodo
12-14, concerniente a la pascua, nos muestra una revelación que Dios hace de sí
mismo a su pueblo Israel. En primer lugar, Jehová se reveló como el Juez y la
plaga de la muerte de los primogénitos era su trasfondo. En segundo término,
Jehová se reveló como el Redentor. En el décimo día del mes de Nisan, los
israelitas debían seleccionar un cordero, macho de un año, sin defecto y
sacrificarlo en el día catorce del mes. La sangre del sacrificio será untada en
un hisopo y los dinteles y los postes de las puertas eran pintados con la
sangre de la víctima. Dios había anunciado que el ángel de la muerte pasaría ejecutando
el juicio sobre los egipcios. Esa noche nadie debía salir de sus casas, ya que
estaban al amparo de la sangre rociada y el Señor había prometido pasar por
alto toda casa señalada con la sangre y protegerla de la destrucción. En tercer
lugar, Dios se reveló a Israel como el Dios del pacto, los había redimido para
hacer de ellos su pueblo y la pascua tenía un objetivo claro: “recordar la
bondad de Jehová perpetuamente”.
Es la víctima de la pascua de Jehová, el
cual pasó por encima de las casas de los hijos de Israel en Egipto, cuando
hirió a los egipcios, y libró nuestras casas. Entonces el pueblo se inclinó y
adoró. (Ex. 12.27).
El mensaje es claro. Ellos habían sido
librados de la muerte por medio de la muerte de los corderos pascuales, El
apóstol Pablo dice que “nuestra pascua, que es Cristo, ya fue sacrificada por
nosotros” (1 Cor. 5.7); el Juez y el Salvador son la misma persona. “Dios salió
por en medio de Egipto y pasó por “encima” de las casas de los israelitas para
protegerlos”, mostrando que Dios en Cristo nos salva de su propio juicio. Por
otra parte, el relato de la liberación de Israel nos muestra que, para alcanzar
la salvación fue y es a través de un sustituto que muriera en su lugar. Finalmente,
no se puede enajenar la sustitución de la sangre rociada después de haberla
derramado, dando a entender que tenía que haber una apropiación individual de la
provisión divina; Dios tenía que ver la sangre antes de salvar a la familia. De
esta forma la familia es comprada (redimida) por Dios para ser un pueblo consagrado
para Él y para su gloria.
martes, 7 de abril de 2020
La justificación por la fe: la acrópolis de la fe cristiana.
La justificación por la fe:
la acrópolis de la fe cristiana.
“Siendo justificados
gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús, a
quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para
manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los
pecados pasados, con la mira de manifestar en este tiempo su justicia, a fin de
que él sea el justo, y el que justifica al que es de la fe de Jesús. (Rom.
3:23-26)
Con el fin de dirigir su atención a las
grandes palabras que se encuentran en el capítulo 3, versículo 25 y 26, de la
epístola de Pablo a los Romanos, quiero recordarle nuevamente que, en muchos
sentidos, no hay versículos más importantes en todo el alcance y esfera de las
Escrituras, que estos dos versículos. En ellos tenemos la afirmación clásica de
la gran doctrina central de la Expiación, los consideraremos muy cuidadosa y
detalladamente. Algunos han descrito esto como “La acrópolis de la fe
cristiana”.
La historia de la iglesia muestra muy
claramente, que estos versículos han sido el medio que Dios El Espíritu Santo
ha usado para traer muchas almas de las tinieblas a la luz, y para dar a muchos
pobres pecadores, el primer conocimiento salvador y su primera certidumbre de
salvación.
Déjeme recordarle otra vez lo que el
pasaje dice. Es la continuación de lo que el apóstol ha estado diciendo en el
versículo 24. Es la gran buena nueva de que ahora es posible para nosotros, ser
“justificados gratuitamente por su gracia, por la redención que es en Cristo
Jesús”. En otras palabras, ahora hay un camino de salvación aparte de la ley,
el cual no depende de nuestra observancia a la misma. Este es el camino
gratuito que es en Cristo.
Dios nos ha rescatado en Cristo, y
estos versículos 25 y 26 explican cómo este rescate ha tenido lugar. Pero, ¿Por
qué tuvo que pasar algo como esto? ¿Cómo ocurrió algo así? En este capítulo, el
apóstol ya ha considerado dos de las grandes palabras que explican esto. Ellas
son las palabras “propiciación” y “sangre”. Ya nos ha dicho que la redención
adquirida en esta manera, viene a nosotros a través de la instrumentalidad de
la fe.
Pero el apóstol no se detiene en esto,
él dice algo más. Veamos nuevamente la afirmación: “Al cual Dios ha propuesto
en propiciación por la fe en su sangre, para manifestación de su justicia,
atento a haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados, con la
mira de manifestar su justicia en este tiempo: para que él sea el justo, y el
que justifica al que es de la fe de Jesús” (Rom. 3:25-26). ¿Por qué el apóstol
continuó hasta decir todo esto? ¿Por qué no lo dejó en su primera afirmación?
¿Cuál es el significado de esta afirmación adicional?
Aquí está, obviamente, algo que es de
vital interés para nosotros, nos lo dice de una vez; que la muerte del Señor
Jesucristo en el calvario no fue un accidente, sino que fue la obra de Dios.
Fue Dios quien “propuso a Cristo” allí. Cuán a menudo la gloria completa de la
cruz es perdida cuando los hombres la sentimentalizan de alguna manera y dicen:
“Oh, Él fue tan bueno con el mundo, Él era tan puro. Sus enseñanzas fueron tan
maravillosas; y los crueles hombres le crucificaron”. Si nuestra opinión de la
cruz de Cristo es tal que nos hace sentir lástima por Él, esto significa que
nunca la hemos visto verdaderamente.
Es Dios quien le “ha propuesto”. No fue
un accidente, sino algo deliberado. De hecho, el apóstol Pedro predicando en el
día de Pentecostés, dijo que todo había pasado por el “determinado consejo y
providencia de Dios” (Hech. 2:23). Dios le “ha propuesto”.
Este término también enfatiza el
carácter público de la acción. Es un gran acto público de Dios. Dios ha hecho
aquí algo en público, en la escena de la historia del mundo, con la finalidad
de que esto pudiera ser visto, que pudiera mirarse y ser recordado de una vez y
para siempre. Esta fue la acción más pública que jamás hubiera tenido lugar. De
este modo Dios ha propuesto a Jesucristo públicamente, como una propiciación
por la fe en su sangre.
En otras palabras, lo que esto
significa es, que se ha manifestado el camino de Dios para hacer justos a los hombres,
el camino de Dios para dar a los hombres justicia.
Pero en el versículo 25 no significa
esto. En este versículo dice que Dios ha hecho algo a través de lo cual, Él
manifiesta su justicia; no la justicia que Él nos da a nosotros, sino más bien
la justicia como uno de sus atributos gloriosos. Esto significa la equidad de Dios,
significa la rectitud judicial de Dios, significa la esencia moral, santa,
justa y recta del carácter de Dios. Él dice nuevamente en el siguiente
versículo (vers.26): “... para que él sea el justo, y el que justifica al que
es de la fe (al que cree) de Jesús”. Es decir, en la cruz Dios está declarando
su propia rectitud, su propio carácter justo, su propia esencial e inherente rectitud
y justicia.
La siguiente frase es “atento a haber
pasado por alto”. Dios está declarando su justicia “con respecto a”, “a cuenta
de” la remisión de los pecados pasados.
Vea la palabra “remisión” en su Versión Autorizada
y encontrará que esta palabra es usada varias veces; pero si usted se toma la
molestia de buscar la palabra usada en el griego, usted hará un muy interesante
descubrimiento acerca de la palabra que el apóstol usó aquí (la cual es
traducida como “remisión” en la versión en inglés), descubrirá que este es el
único lugar donde fue usada en todo el Nuevo Testamento. El apóstol Pablo no la
usó en ningún otro lugar y nadie más la usó del todo. Hay otra palabra que es
traducida también como “remisión”, y en sus varias formas, usted puede
encontrarla 17 veces en el Nuevo Testamento; pero esta palabra la cual tenemos
aquí en el vers. 25, es usada solamente una vez y en realidad no significa
“remisión”, sino que significa “pretermisión”.
Esta es una palabra importante y
debemos examinarla. ¿Qué significa “pretermisión”? ¿Qué significa “pretermitir
pecados” en distinción de “remitir pecados”? Esta es una palabra que fue usada
en la Ley Romana. Cuando uno la encuentra en la Ley Romana, generalmente es
usada en este sentido: Se refiere a una persona que ha hecho un testamento y ha
dejado a alguien fuera de su testamento.
Esto significa, si usted quiere, “pasar
por alto”. Aquel hombre dio algo a todos sus parientes y amigos, pero pasó por
alto a uno, esto es pretermitir. Esta es la palabra que es usada aquí en el
vers. 25, “pasar por alto”, “excusar”, “no hacer caso de”, “permitir que pase
sin notarlo”, “ignorar intencionalmente”. Estos son los significados que fueron
dados a esta importante palabra la cual el apóstol deliberadamente escogió en
este versículo.
La siguiente frase que veremos es “los pecados
pasados”. “Atento a haber pasado por alto los pecados pasados”. Tomando la
Versión autorizada usted podría llegar a la conclusión que el apóstol está
diciendo, que Dios pasa por alto los pecados “pasados”, los pecados pasados de
cualquiera; por ejemplo: mis pecados pasados, sus pecados pasados, “los pecados
pasados” en general.
Pero esto no es lo que el apóstol estaba diciendo,
esto no es lo que él quería decir. Una mejor traducción aquí podría ser:
“pecados que fueron cometidos antiguamente”. Él se está refiriendo a un tiempo
muy definido. Este es el tiempo que él contrasta en el siguiente versículo, con
“en este tiempo” (vers. 26). Hubo aquel tiempo, luego este tiempo. Él dice:
‘Dios ha propuesto a Cristo, en propiciación por la fe en su sangre, para
manifestación de su justicia, atento a haber pasado por alto, en su paciencia, los
pecados que fueron cometidos antiguamente, con la mira de manifestar su
justicia en este tiempo...’
Esto nos trae a la última palabra que tenemos que
considerar, la cual es la palabra “paciencia” o “indulgencia”. ¿Qué es la
paciencia o indulgencia? Paciencia significa ‘autorefrenamiento’ (autocontrol),
significa ‘discrepancia permitida’, ‘tolerancia’. ¿Qué es lo que exactamente
está diciendo aquí el apóstol? Dice: “A quien Dios ha propuesto, en
propiciación por la fe en su sangre, para manifestación de su justicia, atento
a haber pasado por alto, en su autorefrenamiento o paciencia, los pecados que
fueron cometidos antiguamente...”
Pero, ¿Qué es lo que todo esto significa? Podemos
responder en una manera muy interesante a esta pregunta, viendo la misma clase
de afirmación en otros lugares en el Nuevo Testamento.
¿Recuerda usted cómo habló el apóstol Pablo a la
congregación de los estoicos, los epicúreos y otros en Atenas? El informe nos
es dado en el capítulo 17 del libro de Los Hechos de los Apóstoles, comenzando
particularmente en el versículo 30. El apóstol elaborando su argumento dice:
“Empero Dios, habiendo disimulado los tiempos de esta ignorancia, ahora
denuncia a todos los hombres en todos los lugares que se arrepientan” (Hech.
17:30).
Lo que el apóstol está diciendo es que, bajo el
antiguo pacto, bajo la antigua dispensación, no hubo provisión para tratar con
los pecados en un sentido radical. Eran simplemente medios pasajeros, como lo
fueron, que duraron hasta el tiempo señalado. Estos antiguos sacrificios y
ofrendas daban cierta clase de purificación de la carne, proporcionaban una
purificación ceremonial, hacían apta a la persona para acudir a Dios en
oración. Pero no había sacrificio bajo el Antiguo Testamento que tratara
realmente con el pecado. Todo lo que estos sacrificios hacían era señalar hacía
adelante, al sacrificio que había de venir, el cual realmente trataría con el
pecado, limpiando las conciencias de las obras muertas y reconciliando
verdaderamente al hombre con Dios.
Esto nos deja con un problema. Dios siempre se ha
revelado a sí mismo como un Dios que aborrece el pecado. Él ha anunciado que castigaría el pecado, y que el castigo del
pecado era la muerte. Él ha anunciado que el derramaría su ira sobre el pecado
y sobre los pecadores. Y, sin embargo, aquí estaba Dios por siglos,
aparentemente, y de toda apariencia, yendo atrás acerca de Sus propias
afirmaciones y de acerca de Su propia Palabra. El parecía no estar castigando
el pecado. Él estaba pasándolo por alto del todo. ¿Acaso Dios ha cesado de
estar preocupado por estas cosas? ¿Acaso Dios ha venido a ser indiferente hacia
el mal moral? ¿Cómo puede Dios pasar por alto el pecado de esta manera? Este
fue el problema. Y fue un verdadero problema. Es claro que la sangre de los
toros y de los machos cabríos, y las cenizas de la becerra no podían realmente
perdonar el pecado. Y, sin embargo, Dios pasaba por alto estos pecados. ¿Cómo
podía El hacer esto?
¿Qué es lo que justifica esta “paciencia de Dios”?
Ahora, dice el apóstol, Dios nos ha realmente
explicado lo que El hizo en público delante del mundo entero, en la escena y
teatro del mundo entero, con Cristo en el calvario. Él retuvo su ira a través
de siglos y no la reveló completamente entonces; pero ahora, Él la ha revelado
completamente. Él lo ha declarado ahora. Pablo dice, “con la mira de
manifestar” (Rom. 3:26), y repetiré que, ésta era una de las cosas que estaban
ocurriendo en la cruz.
En la cruz, en el monte calvario, Dios estaba dando
una explicación pública de lo que Él había estado haciendo a través de los
siglos. Y a través de ello, al mismo tiempo, Él estaba vindicando su propio
eternal carácter de justicia y santidad.
¿Cómo hizo Dios exactamente esto? ¿Cómo ha hecho
Dios esto en el calvario? ¿Cómo ha vindicado El su carácter? ¿Cómo ha dado Dios
una explicación de su “haber pasado por alto” los pecados en el tiempo antiguo,
de su autorefrenamiento y tolerancia? Hay una sola manera en la cual Él podría
hacer esto. Dios ha afirmado que aborrece el pecado, que El castigará el
pecado, que el derramará su ira sobre el pecado, y sobre todos aquellos
culpables de pecado. Por lo tanto, a menos que Dios pueda probar que ha hecho
esto, entonces Él no es justo. Y lo que el apóstol está diciendo es que,
precisamente en el calvario Dios ha hecho esto. Él ha mostrado que aún aborrece
el pecado, que Él lo va a castigar, que Él debe castigarlo, que El derramará su
ira sobre El. ¿Cómo mostró esto en el calvario? Lo que Dios hizo en el calvario
fue derramar sobre su unigénito y amado Hijo, su ira contra el pecado. La ira
de Dios que debería haber venido sobre usted y sobre mí debido a que nuestros
pecados eran sobre El.
Dios tenía que vindicar lo que Él había estado
haciendo en el pasado bajo el antiguo pacto. Pero Él tenía algo más que hacer,
nos dice en el versículo 26: “Con la mira de manifestar su justicia en ESTE
TIEMPO”. Él ya nos ha explicado cómo es que Dios pudo pasar por alto todos esos
pecados en el pasado. Pero, ¿Cómo trata con el pecado ahora? ¿Cómo tratará con
los pecados en el futuro? La respuesta está también allí en la cruz del monte
calvario. La enseñanza en otras palabras es esta: La cruz en el calvario, la
muerte del Señor Jesucristo, tal como el apóstol Juan señala en su Primera
Epístola (1Jn.2:2), “es la propiciación por nuestros pecados; y no solamente
por los nuestros, sino también por los de todo el mundo”.
Esta es la cuestión, y la respuesta es que la cruz
es la vindicación de Dios. La cruz es la vindicación del carácter de Dios. La
cruz no solamente nos muestra el amor de Dios más gloriosamente que ninguna
otra cosa, también nos muestra su rectitud, su justicia, su santidad, y toda la
gloria de sus eternos atributos. Todos ellos pueden verse brillando juntos allí
en la cruz. Si usted no los ve allí a todos ellos, usted no ha visto la cruz.
Este es el “por qué” debemos rechazar totalmente la así llamada “teoría de la
influencia moral” de la expiación.
Este es el mensaje del versículo 24: “Siendo
justificados (considerados, declarados, pronunciados ‘justos’) gratuitamente
por su gracia, por la redención (el rescate) que es en Cristo Jesús; al cual
Dios ha propuesto en propiciación por la fe en su sangre” (Rom. 3:24-25). De
este modo el declara su justicia por haber pasado por alto estos pecados en su
tiempo de autorefrenamiento. “Con la mira de manifestar” su justicia entonces,
y ahora, y siempre al perdonar pecados. De esta manera Él es, el único y al
mismo tiempo, el justo y el que justifica al que es de la fe de Jesús.
Tal es la grande, gloriosa y maravillosa
afirmación. Asegúrese de que éste sea su punto de vista, y de que su
entendimiento de la cruz, incluya la totalidad de ella. Examine su punto de
vista acerca de la cruz. Donde está la afirmación acerca de “manifestar su
justicia” y siga adelante, póngalo en su pensamiento: ¿Es esto algo que usted
simplemente se salta y dice: ‘Bien, no sé qué es lo que esto quiere decir; todo
lo que yo sé es que Dios es amor y que El perdona’? Pero, usted debería saber
el significado de esto, porque esta es una parte esencial del glorioso
Evangelio.
(D. Martyn Lloyd Jones)
lunes, 24 de febrero de 2020
LA PROPICIACIÓN
A menudo, pensamos y
reflexionamos respecto de la muerte de Cristo desde una perspectiva humana. Las
escrituras hacen referencia a esta verdad en múltiples pasajes como: Rom. 8:5 “…Cristo
murió por nosotros”; 1 Cor. 15:3 “Cristo murió por nuestros pecados, conforme a
las escrituras”; Rom. 8:32 “el que no escatimó ni a su propio hijo, sino que lo
entregó por todos nosotros”, entre otros. Es verdad, Cristo murió en lugar de
hombres viles y perversos como nosotros.
No obstante, un aspecto olvidado
respecto al sacrificio de Cristo es que, antes que todas las cosas, la muerte
de Jesús fue un sacrificio para Dios. Durante la salida de los hijos de Israel
de la tierra de Egipto, Dios ordenó a Moisés establecer un sistema sacrificial
continuo para el pueblo, con diferentes ordenanzas, tipificando y anticipando un
sacrificio perfecto.
Un aspecto esencial de las
ofrendas y holocaustos tiene relación con la forma en que debían presentarse y
a quien debían ser dedicadas. Por lo tanto, si hay una verdad que enseñaba el
antiguo testamento respecto al sistema de sacrificios establecidos bajo el
antiguo pacto, es que estos eran ofrecidos a Jehová. (Lev. 1:9, 13, 17; 2:2, 3,
9, 10,16; 3:5, 11, 16; 4:35, 5:13) Dios estableció un sistema de sacrificios
para demostrar que la verdadera apreciación espiritual de sacrificio según las
Escrituras, jamás conducirá al hombre a la exaltación de una justicia propia,
sino que le llevará a una profunda humildad para reconocer el plan divino de la
salvación por medio de un Sustituto[1].
Este sistema de
sacrificios y ofrendas por el pecado tenía por objeto aplacar la ira de Dios,
de modo que es Dios quien debe ser propiciado para satisfacer su justicia. En su
libro Descubriendo el glorioso Evangelio, el pastor y misionero Paul D.
Washer señala que “La palabra “propiciación” viene del verbo en latín propiciare,
que significa “propiciar, apaciguar, o hacer favorable”. En el Nuevo Testamento
en español, la palabra “propiciación” se traduce de la palabra griega hilasmós,
que se refiere a un sacrificio que satisface las demandas de la justicia de
Dios y apacigua su ira”[2] .
La razón por la cual Dios
establece un sistema de sacrificios es para mostrar que la paga del pecado es muerte
(Rom. 6:23), con un alto sentido gráfico que el alma que pecare morirá (Ez.
18:4, 20); que Dios en su misericordia estaba derramando gracia a través del
sacrificio de un sustituto (Lev. 5, 17, 23); el hombre no puede ni tiene
méritos para vivir una vida perfecta delante de un Dios Santo (Gal. 3:11); y lo
más importante, que esos sacrificios tendrían su fin con la aparición del Cordero
de Dios que quita el pecado del mundo, porque la sangre de los toros y de los
machos cabríos no pueden quitar el pecado (Heb, 10:4) ni hacer perfectos a los
que los ofrecen. (Cp. 10:1)
En la biblia, Dios es
alabado y exaltado principalmente por dos características de su carácter: su
justicia y su misericordia. A priori, no hay razón para objetar tan grande
verdad, sin embargo, presentan el principal problema de las escrituras: ¿cómo
un Dios justo puede ser misericordioso y justo a la vez? En Éxodo 34:6-7 leemos:
Y pasando Jehová por delante de él, proclamó: !!Jehová! !!Jehová! fuerte,
misericordioso y piadoso; tardo para la ira, y grande en misericordia y verdad;
7 que guarda misericordia a millares, que perdona la iniquidad, la rebelión y
el pecado, y que de ningún modo tendrá por inocente al malvado. Este texto muestra
ambos atributos de Dios, pero también nos presenta una evidente contradicción.
Si lee con detención, habrá notado que el Señor se complace en hacer
misericordia y perdonar todo tipo de pecados, pero que de ninguna manera tendrá
por inocente al culpable.
Alguien podría argumentar:
“si Dios es misericordioso, entonces no es justo porque perdona todo tipo de
pecados”. Por otra parte, “si Dios destruye al pecador aplicando su justicia,
dejaría de ser misericordioso”. Entonces, ¿cómo podemos compatibilizar
bíblicamente ambas realidades? La respuesta de Dios para satisfacer su justicia
y ser misericordioso a la vez, está en la cruz de Cristo.
En contexto con lo
expresado recientemente, el nuevo testamento señala que Dios puso a su hijo en propiciación
por nuestros pecados (Rom. 3:25; 1 Juan 2:2; 4:10), es decir, un sacrificio
cruento que tenía por objeto satisfacer las demandas de la santa ley de Dios y su
justicia, para remover la ira de Dios que debía recibir cada uno de nosotros a
causa de nuestras iniquidades, transgresiones y perversiones.
Sin embargo, en su propósito
eterno y por su gran amor, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y bajo la ley,
para redimir a los que estaban bajo la ley (Gal. 4:4), pero Cristo por su parte,
obediente y voluntariamente, se sometió al propósito eterno de redención establecido
por el Padre, llevando a cabo su obra de salvación de una forma perfecta en su
vida de obediencia, así como también, en su muerte vicaria y sustitutoria en
lugar de los pecadores, quienes no podían vivir la vida que vivió Cristo ni tampoco
soportar la muerte que Cristo padeció.
En la literatura pagana,
se puede apreciar el esfuerzo que el hombre realiza para apaciguar o propiciar
a una deidad ofendida. No obstante, lo glorioso del Evangelio es que es el
propio Hijo de Dios quien propició o satisfizo la justicia del Padre removiendo
la ira de Dios contra los pecadores. ¿Cómo lo hizo? tomando mi lugar y el lugar
de cada uno de sus escogidos en la cruz.
El apóstol Pablo describe
esta realidad bajo la dirección del Espíritu Santo magistralmente: “al que
no conoció pecado, por nosotros (Dios) lo hizo pecado, para que nosotros
fuésemos hechos justicia de Dios en él” (2 Cor. 5:21); “Cristo nos
redimió de la maldición de la ley hecho por nosotros maldición, porque escrito
está: maldito todo aquel que es colgado en un madero” (Gal. 3:13); “siendo
justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en
Cristo Jesús, a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su
sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su
paciencia, los pecados pasados, con la mira de manifestar en este tiempo su
justicia, a fin de que él sea el justo, y el que justifica al que es de la fe
de Jesús. (2 Cor. 3:24-26).
Cuando Cristo está a
punto de expirar exclamó con fuerza: !Consumado es!. La obra de
redención que Dios había ordenado estaba cumplida, las exigencias de una vida
perfecta de obediencia y justicia habían sido cumplidas, el sacrificio por el
pecado de los hombres había sido hecho por el verdadero Cordero sin mancha que
prefiguraba la ley, quien por sí mismo, sólo una vez y por su propia sangre, se
ha presentado como una ofrenda de grato olor delante del Padre. Cristo no sólo
fue el sacrificio, sino el sumo sacerdote fiel y verdadero cuya ofrenda de sí mismo,
una vida perfecta de obediencia y sin pecado, fue el sacrificio final,
aceptable y completo delante de Dios, no hay necesidad de más sacrificios porque
Cristo “habiendo ofrecido una vez y para siempre un solo sacrificio por los
pecados, se ha sentado a la diestra de Dios” (Heb. 10:12) La expiación
nunca más fue necesaria porque Dios quedó satisfecho o “propiciado”.
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