“ Porque no tenemos un sumo
sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue
tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado. Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la
gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno
socorro” Hebreos 4:15-16
¿Sabía usted
que con frecuencia en nuestra vida cristiana, utilizamos ciertos términos sobre
los cuales nuestro conocimiento es limitado?
Quiero
comentarles el caso de la misericordia.
Día tras día
recordamos el magnánimo sacrificio de Cristo en la cruz. Tenemos certeza clara
y absoluta de que no existía método ni forma alguna de alcanzar redención, sin
embargo Dios, en su infinita misericordia buscó la salida a nuestro severo e
irremediable problema. Él, en un sacrificio perfecto, entregó a su hijo
unigénito en holocausto para la redención nuestra.
Ahora bien,
esta gran abnegación es definible en una sola palabra. Esta es MISERICORDIA.
Revisemos lo
que nos dice la etimología sobre la palabra MISERICORDIA
Misericordia
es una palabra que proviene del Latín (Latín es la lengua que se hablaba en la
antigua roma pero que en la actualidad esta en desuso. Sólo se utiliza en
ámbitos eclesiásticos, científicos y políticos. De ella surge el español)
Significa:
MISERE = Miseria, necesidad
COR/CORDIS= Corazón
IA = Hacia los demás
Entonces
misericordia es = Compadecerse de los sufrimientos y miserias ajenas.
El Diccionario Webster define la misericordia como: “Ternura de corazón que
predispone a la persona a pasar por alto las ofensas o a tratar al ofensor
mejor de lo que se merece”.
¡Ésta es la
descripción de la misericordia de Dios hacia usted!
Dios es
conocido como un Dios de misericordia y gracia, todo ello se fundamenta en lo
que explicamos anteriormente.
Sin embargo y
pese a que somos capaces de comprender la misericordia de Dios hacia nosotros se
nos hace difícil aplicar nuestra misericordia hacia otros, esto se debe a que
pertenecemos a una generación fría, dura y muy crítica, donde se trata con rigidez
al prójimo y nos olvidamos por completo de lo que nos señala el libro de Mateo
Capítulo 22 versículos del 37 al 39, los cuales dicen:
“Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con
toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento. Y
el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.”
Dios perpetúe
su misericordia para con nosotros y nos conceda la suficiente pasión para amar
genuina e incondicionalmente a nuestro prójimo comprendiendo que esta es una
manifestación de amor hacia nuestro Señor.
Por otro
lado, el libro de Miqueas capítulo 6 señala: “¿Con qué me presentaré ante Jehová, y adoraré al Dios Altísimo? ¿Me
presentaré ante él con holocaustos, con becerros de un año?¿Se agradará Jehová
de millares de carneros, o de diez mil arroyos de aceite? ¿Daré mi primogénito
por mi rebelión, el fruto de mis entrañas por el pecado de mi alma? Oh hombre, él te ha declarado lo que es bueno, y
qué pide Jehová de ti: solamente hacer justicia, y amar misericordia, y
humillarte ante tu Dios.”
Eso es lo que
espera Dios de nosotros. El ansía que practiquemos la misericordia puesto que
Él se deleita en la misericordia. Nos ha dado extensas muestras de ello, basta
con que nos observemos y examinemos e incluso veamos a quien esta a nuestro
lado y de esto modo contemplaremos la misericordia de nuestro amado y buen
Dios.
Revisemos nuevamente el libro de Miqueas: “7:18,
"¿Qué Dios como tú, que perdona la maldad y olvida el pecado del remanente
de su heredad? No retuvo para siempre su enojo, porque se deleita en
misericordia."
Desde ahora en adelante, al levantarnos cada día,
samos como esa mujer que decía: “Qué
bueno que la misericordia de Dios es nueva cada mañana, ¡porque ya agoté todas
las reservas de ayer!”.
Considera, por ejemplo, que David fue un hombre que amó
muchísimo al Señor; sin embargo, la lascivia se apoderó de él y le llevó a cometer adulterio, y luego a hacer que mataran al
esposo de la mujer.
La
razón por la que David habló de la misericordia de Dios es porque ¡necesitó una
buena dosis de ella! Sólo alguien que de
verdad es sincero en la evaluación de sí mismo, puede decir: “Alabad
a Jehová porque Él es bueno, porque para siempre es su misericordia” (Salmo
107:1).
Si piensas que usted es el único responsable de sus éxitos,
piénselo de nuevo.
Pablo, el más grande de
los apóstoles, escribió en el libro de Romanos 7:18, “ Y yo sé que en mí, esto
es, en mi carne, no mora el bien; porque el querer el bien está en mí, pero no
el hacerlo.”
Esto es el
reflejo de nuestra necesidad de la misericordia de Dios.
No podemos ser
misericordiosos hasta que hayamos aceptado nuestra propia necesidad de
misericordia – y hayamos aprendido a recibirla de parte del Señor. La verdad
es que si fuéramos “perfectos”,
nadie nos podría aguantar, porque exigiríamos lo mismo de los demás. Cada vez
que olvidamos nuestras propias faltas, hacemos que la convivencia con nosotros
se haga difícil. En esos momentos, Dios nos vuelve a recordar nuestra condición
imperfecta. Él permite que nos metamos en suficientes problemas para necesitar
su misericordia, mantenernos humildes, y por lo tanto, serle útiles.
Recordemos cada día que la misericordia de Dios nos levanta y
transforma. De manera tal que nunca más seremos los mismos, ni con Dios ni con
nuestro prójimo.
“Por la misericordia de
Jehová no hemos sido consumidos, porque nunca decayeron sus misericordias.” Nuevas son cada mañana; grande es tu fidelidad. Lamentaciones
3:22-23
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